ASÍ NO PAPÁ


Hola papá:

El sábado en el partido me sentí muy mal. Te lo dije en el coche después de jugar, pero como estabas enfadado me mandaste callar, me dijiste que yo no entendía nada. Han pasado unos días y cada noche, cuando me meto en la cama pienso en lo del sábado. No puedo quitármelo de la cabeza.


No sabía como decírtelo y he pensado que escribirlo era una buena forma. Espero que te parezca bien.


Siento vergüenza papá. Cada vez que insultas al árbitro o te veo hablar con otros padres enfadados se me pone un dolor un poco raro en la boca del estómago, hay veces que incluso me tiemblan las piernas. No se qué es, pero no me gusta y cuando ocurre ya no me importa jugar. Al salir  al partido lo primero que hago es mirarte. Cuando veo que te estás riendo pienso: “a ver si hoy no dice nada”, pero no siempre estás callado.

Últimamente noto como alguno de mis compañeros, cuando llegamos al vestuario, no me mira. Siempre nos hemos llevado muy bien, tú lo sabes, pero me da la sensación de que no les gusta lo que haces.

No quiero que vayas a verme jugar, papá. Alguno de los días que has faltado no me ha dolido la tripa ni me han temblado las piernas. Fíjate que hasta cuando hemos perdido y ninguno de los padres ha insultado al árbitro nos hemos ido contentos al vestuario.

Me gusta ganar pero nos ha dicho el entrenador que no siempre se puede y que perder forma parte del juego y de nuestra educación. También dice que es más fácil ganar que perder, que la los buenos deportistas se les ve cuando pierden, en su comportamiento. Nunca me lo has contado, pero creo que fuiste un mal deportista. No me importa que fueras un mal deportista, solo quiero que me ayudes a crecer, te necesito.

Nada más. Solo que te quiero y que el sábado vuelvo a tener partido.

Un beso.

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