Hoy voy a dar las gracias. A José Luis Martínez, mi entrenador . Lo hago con la excusa de esta entrevista de ayer que le hicieron en Capital Radio (gracias Alejandro). Mi agradecimiento es como atleta que fui, y muy especialmente como padre de atleta que soy. Gracias José Luis por volver al barro y dar forma al “flaco”.
A
los que no conocéis a José Luis, deciros que es un entrenador con 60 años de
experiencia en pista. Que ha entrenado a cientos de atletas, varios recordman
nacionales de lanzamientos y pruebas combinadas. Él fue atleta internacional,
curiosamente corredor, pero “lo técnico” le enganchó.
Empiezo
por el final. José Luis ahora entrena a mi hijo Marcos, un discóbolo con
proyección que quizá algún día sea atleta. Queda mucho trabajo para eso. El
jefe ha vuelto a la pista con sus 80 y pico años (¡Es coqueto, no daré más
detalles!) para atenderle 5-6 días a la semana ¿Cómo no agradecer eso?
¡Eternamente!
Mi
hijo tiene la suerte de entrenar con unos de los mejores en los suyo, por su
experiencia, por su formación, por su dedicación... Se que lo valora, y no sabe
que lo valorará más. José Luis es de esa generación de entrenadores de las que
ya no hay. Las palabras se quedan cortas. A los que no son del atletismo,
cuando se me acaban las palabras, les digo que es como el Sr Miyagui… quizá no
sea la mejor comparación pero los dos personajes, el ficticio y el real,
transmiten más allá del propio deporte ¿Y cómo explicar eso?
Como
mi entrenador que fue, aún me cuesta entender como fue capaz de sacar tanto de
este cuerpo. Que años... que grupo de entrenamiento. Mis 7790 puntos no servían
ni para subir al podium del grupo. Eso también curte. No olvido aquello. Fue
una época muy feliz.
El
entrenador, esa cosa. Quien tiene un buen entrenador tiene un tesoro. Lo dijo
hasta el actual Papa. Pero pasa desapercibido… Las familias no suelen ser conscientes
de su importancia (¡para bien o para mal!), la “estructura” normalmente los
olvida. Y los atletas… Los atletas no son conscientes de su dedicación... la
juventud, esa enfermedad que se cura con el tiempo.
Hoy
es un buen día para decírtelo. Gracias José Luis, por aquello y por esto, por mi
y especialmente por mi hijo. Ya soy más padre que atleta...
¡Dale
caña!
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