ATENCIÓN: PADRES, MADRES Y DEPORTE


Como en anteriores ocasiones, escribo este post con la idea de poner sobre “esta mesa virtual” un tema, en este caso el papel de los padres en el deporte de sus hijos, a la espera de que el interés por ello se desarrolle en los comentarios, y entre todos reflexionemos sobre algo que forma parte de la educación de lo que más nos importa en este mundo, nuestros hijos.


Mucho se ha escrito y dicho sobre el papel de los padres en el deporte. Este papel no debe ser diferente al que desarrollamos en otras áreas como en el colegio, el teatro u otra actividad que lleve a cabo nuestro hijo. Así de sencillo.


El deporte, a pesar de sus detractores, es una escuela de vida, un experimento controlado donde las relaciones humanas y la necesidad de cumplir con una serie de requisitos bajo una experiencia organizada y normalizada, hacen de él una potentísima herramienta para transmitir esos  valores de los que tanto se habla. Es cierto que nuestro hijo o nuestra hija aprende que es el respeto a los demás, el cumplimiento de una norma o la competitividad, por ejemplo, aspectos que se van a encontrar en nuestro mundo cuando “salgan” a él. Pero como siempre, el problema no esta en el fondo, el deporte, sino en la forma, su puesta en práctica. Y ahí es donde los padres tenemos nuestro gran compromiso.


Ante el exceso de responsabilidad, de competitividad, de estrés…debemos actuar minimizando su protagonismo. Ante la falta de compromiso, interés…. todo lo contrario. Es decir, reducir los impactos de aquello que en exceso, repito, en exceso, puede ser perjudicial y promoviendo todo aquello que conforman los verdaderos aspectos positivos del deporte para la vida.

Y aquí es donde algunos se equivocan, ganar no es lo más importante. Los motivos varios: falta de control emocional, necesidad de protagonismo propio, desconocimiento, falta de sentido común… consiguiendo todo lo contrario de lo que se pretende: aumentando la competitividad y el estrés, lo que lleva a un exceso de responsabilidad del niño que no está preparado para asumirla. Y por supuesto esos valores positivos que aducimos, quedan en un segundo o tercer plano, desapareciendo su protagonismo. Es decir, una actividad tan interesante se convierte en un enemigo para la formación de nuestros hijos.

Cual debe ser nuestro comportamiento ante la práctica deportiva de nuestro hijo:

En primer lugar, elegir lo mejor posible
1. Dar varias opciones de práctica, así asumirá el compromiso de su elección. La heterogeneidad del deporte nos permitirá encontrar opciones adaptadas a las características de nuestro hijo.
2. No debemos elegir la actividad más cómoda para nosotros, ese no puede ser el criterio de elección.
3. Asegurarnos la calidad de la actividad, sobre todo en lo referente a la formación y experiencia de los técnicos. No busquemos adiestradores sino educadores.

Una vez iniciada la actividad
4. Nuestro hijo debe notar nuestro interés por lo que hace, es motivo de satisfacción para él y fijará su hábito.
5. No somos los protagonistas, solo los invitados.
6. Respetar las acciones y decisiones del técnico deportivo responsable de nuestro hijo, al igual que hacemos con sus profesores. No hacerlo implicará que nuestro hijo pierda la confianza y el respecto por él. Evidentemente, ese no es un buen mensaje educativo.

En la competición
7. Somos invisibles. El niño debe saber que estamos ahí, apoyándole y solo interactuar con él esporádicamente y con el único objetivo de motivarle en la práctica. El niño también aprende a ser independiente, a romper los lazos con sus progenitores, como digo de manera experimental y controlada. Que el niño no busque la aprobación de sus padres a lo que hace con su mirada. 
8. Dicho lo anterior, no debía ser necesario comentar que es nuestra responsabilidad comportarnos de manera correcta, nunca de manera maleducada dirigiéndonos a los deportistas, entrenadores o árbitros/jueces. No debía ser necesario comentarlo, sin embargo lo es. No es tan común, vayámonos a las estadísticas, pero si es muy notorio verlo en las competiciones escolares.   
9. Dar más valor a su actuación que al resultado. Ser crítico respecto a su actitud durante la competición, al igual que en otros aspectos de su educación, dando nuestra opinión sobre lo que ha estado bien y lo que no lo ha estado tanto. Pero todo esto, ya fuera de la instalación deportiva, en el ambiente familiar.

10. ¡Ah! Y de pensar que tenemos un futuro profesional del deporte en la familia, nada. Son muchas las variables que influyen en eso. Las mismas que para que nuestro hijo sea un buen cirujano, arquitecto, fontanero o astronauta. Pongamos los mimbres para una buena educación deportiva y con eso contribuiremos a su mejor formación. Con eso, llegaremos a buen fin. El resto no está en nuestras manos.


¿Sentido común? Pues no siempre lo utilizamos.

Es opinión.

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