Uno de los motivos por los
que desde la administración se apoya, al margen de competencias, el deporte de alto nivel y profesional es el reflejo que supone para los más jóvenes. Esfuerzo, solidaridad, trabajo en equipo,
hábitos saludables… forman parte de “los motivos”.
Pero cuando el deportista no
es “ejemplo” para los más jóvenes… ¿Se le debe promocionar-becar-ayudar? ¿Dónde
está el límite? Los deportistas profesionales son personas, como nosotros, jóvenes, como
algunos de nosotros, y no siempre están bien asesorados o no priorizan de una manera “saludable” o
políticamente correcta sus contratos de patrocinio o sus acciones más "espontáneas".
Equipos publicitando casas de apuestas, Usain Bolt jactándose
de comer ingentes cantidades de nugguets durante los JJOO de Pekín, las Wiliams
como imagen de una cadena de comida rápida…
Los deportistas deben ser
conscientes de lo que suponen para esta sociedad, y si, tienen esa “carga”, y
lo mismo que muchos de ellos se pasan horas y horas firmando autógrafos
conscientes de devolver a la sociedad parte de lo que reciben de ella, deben
encarnar los valores que se le atribuyen al deporte. Como sociedad, a la que
ellos pertenecen, no podemos permitirnos el lujo de perder esa herramienta.
Pero con el dinero hemos topado.
Poderoso caballero. ¿El fin justifica los medios? ¿Hasta qué punto? ¿Dónde está
la línea?
En estos momentos en los que
el sedentarismo y la obesidad se está convirtiendo en un problema de estado (en
toda la sociedad occidental) no nos podemos permitir el lujo de que los máximos iconos de la vida
sana publiciten comida basura.
En estos momentos en los que
valores como la solidaridad y el esfuerzo deben ser apuntalados en la
personalidad de nuestros jóvenes no nos podemos permitir el lujo de que las
noticias deportivas sean las fiestas de futbolistas o sus incursiones nocturnas
en discotecas hasta altas horas de la madrugada en plan Gran Hermano.
En estos momentos en los se
están descubriendo nuevas formas de adicción más allá del consumo de sustancias,
no nos podemos permitir que los iconos deportivos publiciten el juego, las apuestas o las bebidas alcohólicas de
alta graduación.
Si el principal motivo (o
eso creo yo) por la que la sociedad no permite el dopaje tiene que ver con
motivos de salud y de valores ¿Podemos-debemos permitir las situaciones
anteriores?
Las marcas y el márquetin
son conscientes de ello. Los deportistas, y el deporte, se convierten en
lavadoras donde limpiar-mejorar la imagen. Pero, ¿hasta dónde este tipo de
contratos publicitarios empeoran la reputación de los deportistas? Hablamos de
deportistas que no están solos, que detrás de ellos hay un gran equipo de
profesionales (y no solo entrenadores) siempre dispuestos a compensar la mala
reputación de un suculento contrato publicitario con una “rácana” y limpia campaña
solidaria. Lo comido por lo servido.
Si hace tiempo que no se
permite publicidad de tabaco en eventos deportivos ¿Cúanto falta para que se
prohíban ciertos tipos de publicidades asociadas al deporte y sus principales
protagonistas?
Ójala mi hijo corriera como Bolt, pero por favor, que no se le parezca.
Es opinión, espero vuestros
comentarios.
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